Después de la procesión de los celebrantes, ingresó por la nave central del templo el estandarte de combate, acompañado por el sonar de la banda instrumental del destacamento y el canto al unísono del Himno Nacional de la asamblea que llenó la Catedral San Mateo Apóstol.

Luego de la lectura del Salmo, los presentes fueron invitados a ponerse de pie, el coro cantó el Aleluya, y la banda entonó el llamado “toque de los dispersos”, el cual anuncia “que la Buena Nueva de la salvación que nos trae el Señor Jesús, debe ser proclamada en toda la tierra”, leyó la guía de la celebración, y el diácono Manuel Bustos proclamó el Santo Evangelio.

La ceremonia contó con la presencia del Comandante de Guarnición Militar de Osorno y Comandante del Destacamento de Montaña N° 9 Arauco, Coronel Alejandro Rubilar Gaete, Oficiales, Suboficiales y Soldados Conscriptos, además del Capellán de dicho destacamento, padre Juan Aros Fica y el Capellán de Carabineros de Osorno, el presbítero Mauricio Cárdenas Barros, además del diácono Manuel Bustos Fuentes, quien sirvió desde su ministerio.

También acompañó la ceremonia el pastor evangélico y capellán de dicho destacamento; Juan Miranda, quien destacó que en la Palabra del Señor “encontramos la fortaleza, bienestar, seguridad, gozo, y lo más importante que necesitamos permanentemente, el amor del Padre, en la persona de Nuestro Señor Jesucristo”.

Reflexionó en torno al texto proclamado, (Mt 8, 5-13) y resaltó el hecho de que un Centurión acude a Jesús para interceder por un subalterno, que Jesús fue movido por el soldado romano y se sorprendió por su fe. También destacó que “el Centurión deja en evidencia una clase magistral de fe impresionante, diciendo a Jesús: ´No soy digno que ingreses a mí casa, solamente di la palabra y mi siervo sanará´”. 

Mensaje del obispo Carlos Godoy

En su homilía, el Pastor de la Iglesia osornina, subrayó que para “un hombre de armas, hacer un juramento, reviste un significativo compromiso. Sobre todo, si se trata de defender un emblema tan sagrado como es nuestra bandera, que representa la identidad y pertenencia a una nación”, y explicó que, desde el medioevo, en una sociedad teocéntrica, “jurar por Dios implicaba un acto que debía defenderse con la muerte. Así mismo, desde sus orígenes, se tuvo la necesidad de acudir a la madre de Dios implorando su protección”.

Del mismo modo, señaló que hoy “nos disponemos a realizar y acompañar este juramento, confiados en que Dios nos reclama nuestra fidelidad”, y destacó que, en el contexto de esta celebración, en que se proclamó el evangelio que relata cómo Jesús sana al sirviente de un Centurión romano, y el Señor se admiró de la fe que tenía ese soldado.

Aseguró el obispo Carlos, que este hombre poseía una gran humanidad, y explicó que más tarde “el mismo evangelista Mateo planteará que el gran criterio del juicio final consistiría en si fuimos capaces de dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, recibir al migrante, vestir al desnudo, visitar al enfermo y encarcelado”. Continuó su mensaje, y dijo que seguramente el encuentro de este Centurión romano con el Señor, no lo dejó indiferente. Su sentido de la obediencia, como se desprende de su relato, “lo convierte en miembro de la nueva comunidad y crece como figura ejemplar ante los signos del Reino que es para todos”.

Todos, agregó, “podemos reflejados en este hombre, en primer lugar, por su fe que es valorada por Jesús como una profunda experiencia humana, y en segundo lugar, por la comprensión que logra al entender el ejercicio de la autoridad como servicio y entrega a los demás. Pedimos a Dios, queridos soldados, que su juramento los lleve a vivencia con alto sentido de la fe y humanidad, la misión que Él le encomienda, conscientes de que somos servidores inútiles que tan solo cumplimos con nuestro deber”.